Blue Velvet: dicotomías, surrealismo y psicoanálisis

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Si Twin Peaks expresa el estilo lyncheano en su máxima extensión; podemos situar, sin problema, a Blue Velvet (Terciopelo Azul, 1986) como la obra que sintetiza la esencia del arte de David Lynch. Subversiva y surrealista, sin ser TAN caótica o atípica como Mulholland Drive (2001) o Inland Empire (2006), Blue Velvet es quizá la película más reconocida de Lynch, definitivamente la que lo hizo famoso; una lección sobre el potencial de la narrativa cinematográfica.

Fue galardonada en Sitges como Mejor Película y Mejor Fotografía, labor a cargo de Frederick Elmes (Wild at Heart, Night on Earth, The Ice Storm) además del Montréal World Film Festival por la actuación de Dennis Hopper, quien fue capaz de crear un personaje que asusta de verdad al espectador. Pese a figurar en las candidaturas de los Premios Óscar y Globos de Oro, su forma poco convencional le quitaría las posibilidades.

El filme, de título inspirado en la canción homónima de Bobby Vinton famosa en los 60, es interpretado por Kyle MacLachlan, Dennis Hopper, Laura Dern, Hope Lange, Dean Stockwell e Isabella Rossellini, con quien el director mantenía una relación amorosa. La banda sonora fue realizada por Angelo Badalamenti y producida por Dino de Laurentiis, dos colaboradores habituales de Lynch durante sus primeros años de carrera.

Fotograma inicial de la película

Fuente: cinema1544.wordpress.com

Lo natural vs lo cultural

Es frecuente encontrar en la obra de David Lynch dualismos o dicotomías que contraponen, en principio, valores como “lo natural” contra “lo cultural”, “la bondad” contra “la maldad” o “lo lógico” contra “lo irracional”, para posteriormente, mediante la disolución de “lo normal” ; es decir, de los límites con los que restringimos nuestra clasificación del mundo, cuestionar la fragilidad de nuestro orden, mostrarnos que detrás de él hay cosas que escapan de nuestro control, pero también dentro de nosotros mismos.

Este dualismo aparece desde los primeros fotogramas. Uno de mis favoritos es el que figura aquí arriba: un jardín de rosas rojas en primer plano con el cielo azul de fondo son imágenes que representan el orden de lo natural, pero ambos están delimitadas por la cerca que representa lo cultural, el dominio del hombre. Pero ni las rosas ni la cerca son símbolos perfectos de su orden representado: mientras que el rosal, logro de la jardinería, es producto de la técnica del hombre, la cerca es inútil a la hora de delimitar un dominio que se extiende más allá de sí.

Poco después, en el mismo incipit, vemos al padre de nuestro protagonista, Jeffrey, caer enfermo ante un representante de la naturaleza (el cuerpo) y una ley natural (el paso del tiempo). El evento sucede en el jardín porque la sorpresa se encuentra en cualquier lugar y bajo cualquier forma. Lynch lleva hasta el fin la antítesis para dejar bien claro que ambos lados, la logia blanca y la logia negra, son dos caras de una misma moneda: en el instante más superficial habita la verdad más profunda, la más deslumbrante sonrisa puede ocultar a un monstruo y viceversa, porque la belleza habita en la fealdad como la vida deviene de la muerte.

Frank, uno de los villanos más perturbadores del cine

Fuente: lenguajecinematografico.wordpress.com

El caos reina

Aunque la referencia es de Anticristo (2009) de Lars Von Trier, director bastante gráfico que provoca de manera directa, a comparación del estilo más poético, sugerente, indirecto de David Lynch, es probable que esté de acuerdo con ella. Aunque queda claro que el dualismo presentado es una ilusión, da la impresión que la facción correspondiente a “lo irracional” se lleva la contienda. Esto se debe a la corriente trabajada por Lynch, el surrealismo, que, en un afán por llegar a lo más profundo de nuestro ser, promueve la asociación libre de ideas, así como el uso de la fantasía y lo onírico.

Dicho sistema se presentó con anterioridad, de manera muy incipiente, en el simbolismo y el parnasianismo, corrientes artísticas que a su vez procedían del romanticismo. Fue durante el paso del siglo XIX al siglo XX, con el establecimiento del psicoanálisis, cuando los conceptos de “lo consciente” y “lo inconsciente” cobraron forma. El psicoanálisis fue la primer rama de estudios que persiguió a fondo el discernimiento de esta capa subyacente de nuestra mente. También fue la primera que no desestimó la investigación de los sueños. Poco después surgió el surrealismo el Francia gracias a la figura de André Breton, que se basó en las teorías de Sigmund Freud y Alfred Jarry.

El registro surrealista es consecuente en casi toda la filmografía de Lynch, por lo que el carácter “ambiguo”, “ilógico” o “fantasioso” de su obra obedece no sólo al trasfondo perseguido, sino al formato utilizado. El propio David Lynch ha comentado en más de una ocasión que la escena de la oreja humana llena de hormigas, encontrada en el pasto por el protagonista, está inspirada en la escena de Un perro andaluz de Luis Buñuel, donde aparece una mano con un hueco en el centro por donde circulan hormigas.

Jeffrey, ¿pervertido o detective?

Fuente: amazon.com

Revelando nuestro verdadero ser

Tanto el psicoanálisis como el surrealismo apelan a generar vinculaciones emocionales, dirigiendo su foco a la percepción sentimental de la experiencia. Por ello mismo, aunque ciertamente es muy inteligente, el cine de David Lynch no tiene como primera intención comunicarse con nuestro intelecto sino con nuestras emociones. Más allá de la comprensión certera del mensaje, se persigue la creación de puentes sensitivos que conecten al espectador con la obra para alcanzar una catarsis o un aprendizaje de orden más intuitivo que racional.

Desde luego, despertar emociones que yacen dentro de nosotros, como la tierra barrida con negligencia bajo la alfombra, puede ser una experiencia desagradable o, cuando menos, difícil. Lynch incomoda y muchas personas son incapaces de presenciar sus películas sin renunciar al ejercicio: sorprendidos, asqueados o hasta ofendidos. Y es que lo más difícil es presenciar eso que sucede de manera cotidiana dentro de nuestra cabeza, y que representa los más oscuros secretos que jamás contaríamos a alguien. Es una de las razones por las que la gente se ofende con el director, se sienten exhibidos.

Tomemos como ejemplo una de las escena más populares: aquella en la que Frank abusa de Dorothy ante la mirada de Jeffrey que se oculta en el closet. Desde una lectura psicoanalítica se puede interpretar esta secuencia como el espanto presenciado por el niño al descubrir a sus padres teniendo relaciones sexuales. El niño, que no puede dimensionar del todo el sentido del evento, interpreta el acto sexual como una actividad violenta que implica la sumisión del otro; lo que posiblemente normalice la idea de que el amor va ligado a la violencia.

Dean Stockwell, cantando In Dreams

Fuente: bbc.com

Al abrigo de la oscuridad

Es muy probable que lo que más me gusta de su cine es la maestría con que es capaz de diseñar universos con claroscuros contrastantes, espacios en los que confluyen en armonía la luz y la oscuridad. Es este universo oscuro, donde no existe una explicación, un mundo confuso en el que uno se siente desorientado.

Por esto, Lynch (que se manifiesta como pintor antes que cineasta) le tanta importancia a los manejos de luz: los contrastes entre los colores, entre la oscuridad y la luminosidad son manejados de manera soberbia. A esto se debe que en sus películas, la noche juega un papel importante, ya que es la noche cuando pasa cualquier cosa, cuando la oscuridad, con su densa capa, difumina los contornos de la vida. La oscuridad reconstituye el todo perdido, une y fusiona lo que la luz separa: lo que el día ha deshecho.

Lynch ha mencionado en repetidas ocasiones que estudió pintura en varias escuelas y ha afirmado constantemente que suele pintar casi a diario. Además, Lynch también es músico: ha colaborado en diversas ocasiones para hacer las bandas sonoras y recientemente lanzó su segundo álbum solista. El motivo de que se convirtiera en cineasta es que el cine le ofrece la posibilidad de unir la imagen y el sonido, y en más de una ocasión ha comentado que su fin primero a la hora de filmar algo es lograr el amalgamiento entre las imágenes (pintura) y el sonido (música).

No es casualidad que exista en la obra de Lynch una relación sinestésica entre la iluminación y la audición, lo que crea una relación entre el sonido y la oscuridad, dos elementos importantes en la obra del director. Para terminar tomemos tres ejemplos de esta relación en Blue Velvet: El primer ejemplo se localiza justo al iniciar la película, la música tenebrosa del inicio concuerda con el telón oscuro de fondo que se corre para conjuntarse con la canción “Blue velvet” en un entramado de imagen y sonido muy propio de Lynch. El segundo se encuentra en la escena en que la pandilla de Frank lleva a Jeffrey a casa de Ben y este último interpreta en play-back la canción «In dreams» de Roy Orbison.

Curiosamente, cuanto más oscuro está el apartamento de Ben, menos se escucha la canción. Basta con que haya más iluminación para que el sonido sea perfecto. El último ejemplo lo podemos ver en la escena climática antes mencionada, la de Frank irrumpiendo en el departamento de Dorothy: la inquietante partitura que acompaña la escena y la lámpara que se apaga al tiempo que Frank dice “now it’s dark” nos alertan de lo que está a punto de suceder: la emergencia total de lo siniestro y la demolición del sentido de la realidad para Jeffrey (testigo de toda la escena).