8 películas ignoradas en los Oscar 2018: la exclusividad de Hollywood
Sabemos que los Oscar alaban un tipo de cine concreto, como sucede en cualquier otro festival. Sin embargo, a causa de ese carácter global que ha logrado alcanzar, siempre le exigimos un poquito más. La academia tiene unos límites marcados, y aunque con los años se ha ampliado un poco, todavía vemos poco cine blockbuster que queda relegado a lo técnico, corrección política deprimente, aberraciones en animación, cine de peso olvidado y, en definitiva, un manual que sigue presente. Este año, The Post es un ejemplo claro.
Por lo tanto, la ceremonia valora buenos trabajos, pero no hay que comprenderla como «la guía del buen cine del año», ya que pasaremos por alto mucha cosa que quedan fuera de su radar.
Estas son algunas de las películas que quiero reivindicar este año, tanto por ausencia absoluta como por falta de espacio y relevancia. Me dejo muchas, pero ya es un comienzo.
Madre! (Darren Aronofsky)
Si ponemos en una batidora la fascinación por la metafísica, la vida y la muerte de The Fountain (La fuente de la vida, 2006), el thriller psicológico y el tratamiento de la fama de Black Swan (Cisne negro, 2010), y el interés por adaptar grandes epopeyas bíblicas de Noah (Noé, 2014), el batido sabe indiscutiblemente a mother! Por eso mismo, se puede comprender como la peli “total” del director.
Aronofsky hace un cine personal que polariza, y mother! no es una excepción. Es una película radical. Por una parte, la estructura narrativa te abofetea a mitad de metraje, y no deja de golpearte hasta los créditos finales; es un relato extremo cargado de simbología crítica, una que pide una interpretación posterior, y una que no deja nada a lo que agarrarte. Por otra parte, hay varias decisiones formales que pueden desesperar a un espectador que busca algo más amable: solo se utilizan tres tipos de planos en mano que no hacen otra cosa que perseguir a una pobre y ansiosa Jennifer Lawrence, y todo se graba en el mismo espacio, en una sola localización.
Todas esas decisiones que posiblemente asustan a la academia son, sin embargo, las que hacen que mother! sea tan extraordinaria. Se atreve a tratar, criticar y estudiar una cantidad de temas inabarcables: antropología, religión, arte; Aronofsky sintetiza la historia del ser humano y la plasma en pantalla durante 120 minutos de la forma más revolucionaria que te puedas imaginar. Te abrumará y te sobrepasará, y eso no tiene nada de malo. Como referente, me dejó un sabor de boca muy cercano a High-Rise (Ben Wheatley, 2015), quizá con una sacudida algo mayor, y eso dice mucho.
Good Time (Ben Safdie, Joshua Safdie)
Tras un robo fallido, el hermano discapacitado de Constantine Nikas (Robert Pattinson) es detenido y puesto en custodia. En ese momento comienza toda una odisea nocturna para conseguir el dinero de la fianza.
Los hermanos Safdie saben bien lo que quieren transmitir: claustrofobia, impotencia, agotamiento. Todos los elementos de la película buscan ese objetivo; una cámara que atosiga, música electrónica que deja poco espacio para descansar, neones constantes que generan una iluminación plástica y artificial. En este trayecto, un personaje encerrado no deja de correr y enredarse en hora y media; se puede hacer algo pesado, e incluso la trama puede pulular de vez en cuando por caminos que conducen a ninguna parte, pero eso es parte de su juego, de su pesadilla laberíntica, y el conjunto merece la pena. Robert Pattinson realiza una interpretación desesperada y tajante, muy creíble.
Good Time representa ese universo noctámbulo y criminal para tratar la naturaleza humana, el bien y el mal, y lo hace de forma tan contundente como acertada. The Pure and the Damned, el tema compuesto por Iggy Pop para la cinta, sintetiza perfectamente la reflexión que la película logra, y también nos deja unos créditos finales que no se borran de la memoria.
The Florida Project (Sean Baker)
Halley (Bria Vinaite) y Moonee (Brooklyn Prince), una madre prematura y su hija de seis años, (sobre)viven en un humilde motel situado, irónicamente, a la sombra de Disney World.
Sean Baker vuelve a criticar la imagen ingenua del sueño americano, esta vez tratando de cerca la infancia. El mayor acierto de la película es el choque del mundo adulto y el infantil, incompatibles pero tristemente vecinos; el primero, lleno de penurias, problemas económicos y espacios cerrados; el segundo, inocente y banal, cargado de paisajes naturales en donde la mayor preocupación es conseguir un helado. También se enfrentan otros dos universos: los turistas y el mundo de fantasía de Disney World con la vida de los barrios marginales que rodean el parque de atracciones.
The Florida Project es una narración llena de choques y contradicciones que suponen un estudio desgarrador acerca de la pobreza, la responsabilidad familiar, la ausencia de posibilidades y, sobre todo, la inocencia corrompida.
Verano 1993 (Carla Simón)
En Estiu 1993 (su título original en Catalán), una niña de 6 años (Laia Artigas) afronta el primer verano con su familia adoptiva tras la muerte de su madre.
El debut de Carla Simón ya se ha etiquetado como uno de los mejores de la historia de España a nivel internacional, y también se llegó a considerar una posibilidad real de que el país tuviera una nominación este año, aunque al final no pudo ser así. La perspectiva recuerda a The Florida Project por la representación banal del mundo infantil, aunque aquí no se habla de pobreza, sino de la muerte y la pérdida familiar; la directora perdió a sus padres cuando era niña, y la película plasma, desde ese punto de vista inocente, cómo una cría asimila algo tan inexplicable.
Es un relato introspectivo, delicado y lleno de momentos intrascendentes, por lo que se puede hacer algo pesado si no somos partidarios de una trama cargada de espacios sin grandes pretensiones. Sin embargo, a pesar de ese indiscutible carácter personal, también se tocan temas universales con los que es fácil empatizar y, gracias a un final tan abrupto como acertado, emocionarse.
In This Corner of the World (Sunao Katabuchi)
El Oscar a Mejor Película de Animación siempre nos deja con las mayores aberraciones de la gala, y ésta no iba a ser menos: The Boss Baby. Lo triste no es tanto la nominación, sino el hueco que ha quitado a otras películas de peso (A Silent Voice, Mary and the Witch’s Flower), y a las que además les hubiera venido bien algo de visibilidad. Mi gran pena, sin embargo, es cómo han ignorado In This Corner of the World, quizá no por casualidad también japonesa. En esta categoría, año tras año, es fácil cuestionarse si el jurado realmente ve las películas o simplemente señala con el dedo cuando reconocen un póster.
En In This Corner of the World, la joven Suzu Urano se muda a Kure (Hiroshima) tras casarse, durante la Segunda Guerra Mundial. Junto a su nueva familia, debe hacer frente al duro periodo por el que pasa el país.
El relato se queda grabado en la cabeza por una sencilla razón: con todos los horrores del contexto, la narración nunca pierde el interés en la vida civil, con un apego tremendo por la cotidianidad y la cultura japonesa. El conflicto y la bomba nuclear mueven la trama y afectan a los personajes, pero están claramente en un segundo plano, de fondo. Es algo que hay que aplaudir, cuando una película no solo tiene clara su visión sino que además apuesta por la parte menos comercial, no por casualidad la más difícil de plasmar: no la guerra, sino cómo ésta afecta a la vida.
La guerra del planeta de los simios (Matt Reeves)
Comenzamos con cine más comercial, un tipo de película que normalmente queda relegada a los galardones técnicos. Este año ver la nominación de Logan en Mejor Guion Adaptado alegra, pero no hay mucho más que celebrar.
War of the Planet of the Apes cierra la trilogía moderna de los simios con broche de oro; no tan solo supone un final a la altura para Caesar, un personaje que ya se ha convertido en un clásico, sino que evoluciona de las anteriores entregas hacia algo más oscuro y profundo, con más peso. Es un relato arriesgado, uno que se puede incluir en el género carcelario, y uno que se toma el tiempo que necesita, algo inusual en el cine blockbuster. Se tratan, en profundidad, temas como la venganza, la compasión o la naturaleza humana; no es nada casual que la situación de los simios nos recuerde a los campos de concentración. Y con esa valentía, la película no pierde una pizca de emoción, al contrario. De regalo, Michael Giacchino firma algunos temas sorprendentemente emotivos, y también se introducen personajes inolvidables más allá de los que ya conocíamos de la saga, como Bad Ape.
El resumen es fácil: la ciencia ficción tiene otra trilogía a la que aplaudir, aunque la academia se olvide de ella.
Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve)
Tocando la ciencia ficción y la naturaleza humana, es inevitable esquivar Blade Runner 2049: una película brillante que, por costumbre, se ha quedado en lo técnico.
Me alegro por Roger Deakins si realmente le sirve para conseguir, al fin, su merecidísima estatuilla. Sin embargo, me duele que no se hayan reconocido otras virtudes, como un director que ha estado a la altura de una labor suicida, una banda sonora impecable o un guion que nos regala algunas de las escenas más profundas e impactantes del año, además de giros bien construidos.
No son poco los méritos de esta secuela imposible, y es una pena que la academia se quede en la superficie.
Guardianes de la Galaxia Vol. 2 (James Gun)
Para acabar, hay que reivindicar el cine comercial palomitero de puro entretenimiento, aquel que la academia observa desde lo alto. Por qué no. Parece, en ese manual de los Oscar, que una película con un “basado en hechos reales” al comienzo y un “Jimmy sigue viviendo en su casa a los 82 años, felizmente casado” antes de los créditos finales, ya se ha ganado uno o dos puntitos para nominación. Hay que ampliar un poco más el radar, y si hay que elegir una película de masas que cumple a todos los niveles, no puede ser otra que Guardians of the Galaxy Vol. 2. Star Wars: The Last Jedi podría valer, pero juega a algo distinto.
La clave de la cinta es el amor inconmensurable que James Gunn tiene a los personajes. Todos y cada uno de ellos tienen su espacio, su desarrollo y su partner inseparable: Star Lord, Gamorra, Baby Groot, Rocket, Drax, Mantis, Yondu; el sentimiento de familia es otro punto importante, una variada y sin tabús. Sin llegar a ser Thor: Ragnarok, el humor funciona, catapultado por una banda sonora (no original) que da en el centro de la diana. Algo también relevante en este género son las set pieces, y aquí son la bomba; pensad en Yondu y su flecha, o cómo la escena inicial con Baby Groot bailando al ritmo de Mister Blue Sky planta magistralmente el tono: vamos a ver acción, sí, pero el foco está en la diversión, y es difícil no ver esa escena con una sonrisa de oreja a oreja. Para rematar, y aquí se vuelve a comprender la diferencia entre un director de plantilla y uno que realmente se preocupa por sus personajes, la película también es capaz de emocionarnos con una despedida conmovedora, honesta.
Guardians of the Galaxy Vol. 2 es quizá todo lo que se le puede pedir al buen cine de entretenimiento, algo que la academia nunca va a valorar.
Porque aun siendo una de las galas con menos relleno de los últimos años, no nos tenemos que engañar: aparte de la triste corrección política y las aberraciones varias en animación, lo comercial, el entretenimiento o géneros como la comedia o el terror tienen que seguir reinventando el fuego para poder tener un hueco relevante en Hollywood, para salir de lo técnico. Es un requisito excesivo que supone una barrera de entrada casi impenetrable. Incluso así, películas como War of the Planet of the Apes que suponen un ejercicio más valiente y alejado de la comodidad, tampoco logran entrar y quedan ignoradas. Algo desproporcionado, desde luego, cuando esos mismo filtros no se aplican al drama seriote, al cine autoral o a lo más indie.
Sería agradable, en un futuro utópico, ver una gala menos exclusiva.