Cold War – Amores en tránsito

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Con una carrera de más de treinta años a sus espaldas, Pawel Pawlikowski se consagró definitivamente con Ida (2013), con la que obtuvo el Oscar a Mejor Película Extranjera y cinco premios del Cine Europeo. La historia de la joven novicia Ida y la prueba de fuego que tiene que superar junto a su tía Wanda antes de tomar los votos fue una obra que conmocionó al público debido a su crudeza, su ternura y la belleza de sus imágenes. En su regreso a la gran pantalla, el director polaco recorre nuevas formas desde unos principios reconocibles en Ida. Cold War (2018) refleja la historia de amor de Zula (Joanna Kulig) Wiktor (Tomasz Kot), una cantante temperamental y un compositor melancólico que intentan vivir juntos a pesar de los distintos rumbos que toman sus vidas.  Con ella, Pawlikowski ha conseguido el Premio a Mejor Director en el Festival de Cannes , además de la representación de Polonia para los Oscar de 2019

IdaCold War: buscando nuevas formas

Fuente: en.aiff.gr

En este sentido, Pawlikowski utiliza de nuevo el blanco y negro y el formato 1.37:1 para dar rienda suelta a su talento como compositor de imágenes. También cuenta de nuevo con la ayuda de Lukasz Zal, que se encargó –junto a Ryszard Lenczewski– de la dirección de fotografía del anterior y ya mencionado filme del polaco. Sin embargo, mientras que las composiciones de Ida tienden a la marginalización de los personajes y a la convivencia de estos con espacios vacíos que proyectan sus emociones oprimidas, Cold War apuesta por representar las libertades cohibidas por el amor, la política y las convecciones sociales de una forma más voluble y dinámica dejándose llevar por la cámara en mano o por travellings con más frecuencia que en Ida. Como ejemplo el siguiente clip.

Otro recurso renovado de Ida es la elipsis. En esta eran sutiles, acompasadas con la espiritualidad de la protagonista. Incluso ante un suceso tan traumático como la muerte de un familiar, la elipsis entre el suicidio de su tía Wanda y el regreso de Ida a la casa de esta surge con una liviandad apabullante. No obstante, las elipsis de Cold War son mucho más violentas, repentinas y acompañadas de encabalgamientos sonoros diegéticos entre las imágenes que refuerzan la importancia del sonido y la música en el filme. En Cold War las elipsis se adecúan a las etapas de la relación entre Wiktor y Zula, recorre los años de la inestable pareja, así como la evolución de la Polonia de posguerra en plena consolidación soviética, así como las perspectivas desde un París más bohemio y una Yugoslavia de Tito que juega en la neutralidad.

Contrastes biográficos

Fuente: otroscineseuropa.com

Como ha afirmado en diversas entrevistas, Pawlikowski dedica el filme a sus padres. Era una historia que llevaba desde hacía tiempo en su cabeza, el cineasta quería llevar al cine la historia de amor de sus padres con su consecuente épica mundana y el devenir del exilio, de la construcción de un nuevo hogar y el transitar entre bloques, amando y desamando. Wiktor y Zula cruzan las fronteras de una época histórica, intentan vivir un amor en dos sistemas diferentes de concebir el estado de las cosas con amargo resultado. Los protagonistas no son los mismos en el Este que en el Oeste, la vida bohemia de París contrasta con la rigidez y sencillez soviética. Pero la aparente libertad individual no facilita una relación conflictiva de blancos y negros en una Europa gris.

La música es el otro gran protagonista del filme. Pawlikowski es un director inteligente que expone sus ideas de una forma sencilla haciendo gala de una economía lingüística envidiable. La película abre con un plano detalle de una cornamusa polaca y su estruendoso y particular timbre. Por lo que desde el primer segundo de la película, la música se erige como el motor de la película. De esta forma expresa la angustia y éxtasis de los personajes, sus contradicciones y decisiones. Tanto es así que Zula se presenta a una audición para entrar en la Compañía de Danza y Orquesta Nacional de Polonia acompañando a una recién conocida. Wiktor queda perplejo ante ella y le pide que cante una canción en solitario, Dwa Serduszka (Dos pequeños corazones), momento en el que la película empuja a ambos personajes a un destino compartido.

Amores imposibles

Fuente: wroclawuncut.com

De modo alguno, Pawlikowski también mira a la historia de su pueblo, de traidores y traicionados, de miserables y dignos, que si bien también se aprecia en Ida, en este caso lo dirige hacia transeúntes del exilio, que se puede ver como una variación del vacío existencial y del hogar que sentía Ida o Wanda tras sus respectivas pérdidas durante la II Guerra Mundial. Zula y Wiktor se sienten también solos en compañía del resto de humanos, no pueden estar juntos pero no dejan de amarse por mucho que el tiempo pase. El amor es una encrucijada, la misma en la que se sitúa Ida ante lo carnal, lo desconocido y lo pasado. En esta ocasión, el cruce de caminos con el que cierra el filme es el único lugar donde el amor de los protagonistas puede triunfar, un no-lugar irreductible para el amor.