La soledad retratada en 21 películas

- Por

Un problema angustioso, una solución entrañable para las heridas, una consecuencia por la acción de terceros o el estado oportunista a la espera de que perdamos algo esencial para hacerse presente. La soledad es, sin dudas, un tópico perfilado y condenado hasta el cansancio en toda materia tocada por el ser humano. El séptimo arte, como expresión y catarsis única, no podía ser menos y ha dedicado gran parte de su historia a descifrar por qué el estar aislado nos alarma y atrae a partes iguales.

Con el fin de ser parte de esta reflexión, enumeramos algunos de los exponentes que ofrecen una arista de este fenómeno psicológico y filosófico que ha obsesionado a lo largo de los años.

1. Primavera tardía (Late Spring, 1949)

Si existe una nación que se destaca por sublimar las emociones y estados que experimenta el ser humano, esa es Japón. Con un manejo erudito de tópicos que parecen simples, pero que albergan un abismo de reflexión, es capaz de ilustrar el día a día de sus habitantes con una poética que nos conmueve.

Este filme de Yasujirō Ozu es una de las reliquias del shomingeki, un género que narra la vida ordinaria de la clase media y trabajadora en los tiempos modernos y se centra, especialmente, en las vivencias de las familias niponas durante la era de la posguerra. Esta tendencia a evadir lo extraordinario conlleva, como puede inferirse, un retrato de lo triste que puede resultar algo tan cotidiano como una relación familiar, las brechas generacionales o las decepciones a las que estamos acostumbrados.

El director lo enfatiza con sus estilo de rodaje contemplativo y para contar la historia de Noriko, una mujer de 27 años que vive con su padre y cuida de él. Aunque ella está feliz con su situación, su progenitor siente que ella debe casarse pronto para no quedar sola. Sin embargo, la unión marital significará que él pase a segundo plano. La soledad es desgarradora al saber que sus caminos deben separarse y que la pérdida afectiva será irremediable. Esto se respira en el mensaje total de la película: los cambios nos dañan sin importar su magnitud.

2. Cuando huye el día (Wild Strawberries, 1957)

De Asia nos trasladamos a un clásico sueco del emblemático Ingmar Bergman, el cual nos reitera que las mejores retrospectivas las logramos cuando la soledad nos consume. La provocación de la duda y el autodescubrimiento a través de los recuerdos son la base de esta película, una producción que nos permite apreciar una faceta más optimista del cineasta.

En ella conoceremos a Isak Borg, un médico retirado que viaja desde Estocolmo a Lund para recibir un reconocimiento por su trayectoria y servicios en el rubro. Lo que el hombre no tiene considerado es que dicha travesía le hará confrontar el vacío de su existencia y el peso de las decisiones que ha tomado en su vida.

De este modo y, con una angustia retratada con fanatismo artístico, el anciano sufrirá el más agridulce de los conflictos: mientras más cerca está del logro máximo de su carrera, más comprende el cómo habría sido su vida si hubiera optado por otro rumbo.

3. Los 400 golpes (The 400 Blows, 1959)

La soledad no se limita a un grupo etario específico. Bien lo han sabido comprobar cintas como Oscura inocencia (Mysterious Skin, 2004) donde el aislamiento psicológico de dos preadolescentes se origina luego de que son víctimas de un abuso sexual, o Kes (1969) donde nos encontramos con un infante abandonado que tiene poco respeto por sí mismo y por su alrededor, un “caso sin esperanza” como lo califica su propia madre.

En sintonía con lo anterior, Los 400 golpes de François Truffaut —su ópera prima como director— es la biografía rebelde de un joven rechazado por su madre y otras figuras de autoridad. Esta carencia de aceptación de su círculo cercano hace que Antoine canalice su frustración en una vida criminal, la que provocará su reclusión en una escuela disciplinaria en las afueras de París. Allí será obligado a madurar a la fuerza, sin contar con herramientas, ni comprensión de terceros.

Este largometraje tiene su hueco especial en la lista porque representa la eterna alegoría de cómo la sociedad crea sus propios monstruos sin estar dispuesta a reconocerlos hasta que no sea demasiado tarde.

4. Solaris (1972)

Si el sentido de la realidad es débil cuando el hombre se enfrenta a la ausencia de otros, el panorama resulta desalentador si su contexto enfrenta la inmensidad del espacio. Así lo demuestra el psicólogo Kris Kelvin, protagonista de este filme de Andrei Tarkovsky, quien es enviado a una estación fuera de la Tierra para investigar la muerte de un médico.

El presente drama sci-fi nos sumerge en los laberintos mentales que somos capaces de crear para resguardar nuestra sanidad, o para perderla por completo. A medida que el cosmonauta empiece a asimilar su absoluta incomunicación de todo lo que conoce, se le aparecerá su esposa fallecida en una visión surrealista y melancólica.

Este mar de alucinaciones, trabajado con una filmación de asombrosa visual, sirve como un estudio inquietante del confinamiento y de lo cautivante que resulta la trampa emocional a la que nos exponen nuestros anhelos más grandes.

5. Taxi Driver (1976)

Referencias a la Guerra de Vietnam, decadencia y la irrevocable sensación de perder la razón. Esta síntesis, aunque queda corta, podría englobar el universo de esta obra maestra de Martin Scorsese.

En ella conoceremos el trasfondo sórdido que rodea a Travis Bickle (Robert De Niro), un ex marino temperamental, huraño e insomne, que trabaja de noche como conductor en una Nueva York mórbida. El hombre paulatinamente acumula una furia causada por la degeneración humana proveniente de ladrones, proxenetas y drogadictos. El cansancio de este vaivén miserable que resume su existencia, pronto le llevará a tomar cartas en el asunto en una confrontación que marcó a la industria cinematográfica.

Otra cinta que utiliza taxistas para personificar la soledad es Una noche en la tierra (Night on Earth, 1991) del estadounidense Jim Jarmusch. En ella observaremos distintos encuentros celebrados en cinco taxis alrededor del mundo.

6. El tren del misterio (Mystery Train, 1989)

Jim Jarmusch vuelve a la lista con otra de sus antologías donde se narra el cambio de vida de individuos opuestos en un hotel de Memphis. Compuesta de tres historias (“Lejos de Yokohama”, “Un fantasma” y “Perdidos en el espacio”), la película se traduce en el análisis introspectivo de una generación perdida de la década de los ochenta, colmada de la melancólica imagen de Elvis Presley y una ciudad cargada de pasado. La misma que nos da a conocer a personajes en una constante fuga, atrapados en la búsqueda atemporal de sí mismos.

En este exponente, la soledad viene de la mano del tiempo y de cómo es imposible luchar contra él, su andar y el vacío que deja en nosotros con cada época que desaparecerá. En otras palabras, la emoción de asumir que el enemigo es imposible de derrotar: no importa cuánto se desee volver atrás, los minutos gastados no regresarán.

7. Tres colores: Azul (Three Colors: Blue, 1993)

A veces, la soledad es el bálsamo que deseamos para aliviar nuestras heridas. Esta producción de Krzysztof Kieslowski —la primera de su trilogía de colores —relata las dificultades de la persona “que quedó atrás”. Julie, tras perder a su marido y a su única hija en una accidente, decide borrar todo rastro de la vida que solía llevar y opta por aislarse en su mundo de luto. Sin embargo, un conocido de la familia la animará a completar la obra musical que su difunto esposo dejó a medio terminar.

Lo anterior, de todas formas, la hará enfrentarse a una lucha interna más compleja cuando su exilio autoimpuesto se fragmente, desarrollando instancias que harán tambalear su fuerza de voluntad, carácter y la añoraba liberación de su desconsuelo.

El uso de tonos azules en la fotografía del filme, como es de esperarse, acentúa el sufrimiento de la protagonista.

8. Chungking Express (1994)

Hay historias que disfrazan su mensaje para engañarnos de buenas a primeras, pero que terminan por dejar una emoción desolada en nosotros. Este es el caso de la experiencia audiovisual que nos ofrece Wong Kar-wai, en un Hong Kong que alberga vínculos afectivos rotos.

Chungking Express logra convencernos de que la soledad es terriblemente romántica y que, cuando estamos más vulnerables, es el momento en que se contradice y nos reúne con terceros que darán un vuelco absoluto a nuestras vidas. Los cuentos del policía #223 y #633 son prueba fiel de ello, en la medida que nos muestran las desventuras taciturnas del romance que viven con una contrabandista y con la trabajadora de un bar, respectivamente.

Con un ritmo distinto en cada caso, la producción nos embriagará como un ensayo estilístico estimulante y filosófico, donde la tristeza puede evocarse en objetos ordinarios como latas de comida caducada o paños de cocina usados que traen de regreso la añoranza del ser amado.

9. Magnolia (1999)

Un mosaico de personas relacionadas entre sí por la búsqueda del perdón, de un sentido de vida y del amor. Aunque más apremiante es su conexión con Jason Robards, un moribundo productor de televisión que desea reencontrarse con su hijo a modo de despedida. Este drama consiste en un viaje sobre los distintos niveles de crisis humana e íntima que viven los personajes, todas dando el eco de un aislamiento profundo.

Con la película, su director, Paul Thomas Anderson, construye capas y capas de narración para entregarnos una catarsis final sin precedentes, que suma otro punto analítico que debemos trabajar como espectadores de un cine apelativo e inteligente.

10. Las vírgenes suicidas (The Virgin Suicides, 1999)

El confinamiento de alguien también puede ser ocasionado por terceros. Así lo comprueba este filme en que cinco hermanas son mantenidas en cautiverio por sus padres con el afán de preservar su inocencia. Con una semejanza a Colmillos (Kynódontas, 2009), en que el universo de los hijos es perfilado y manipulado por sus progenitores, la película relata cómo la privación de albedrío termina por definir los impulsos, personalidades y demonios de quien ignora el “mundo exterior”.

Es así como la reclusión de las adolescentes termina por transformarse en una círculo vicioso de delirios y hábitos perjudiciales, un limbo entre la pureza de la asexualidad infantil y el erotismo femenino provisto de los placeres sexuales que la vida adulta ofrece.

Este filme debut de Sofía Coppola —donde se caracterizó por abordar tópicos entrelazados de religión, sexualidad y muerte — está cargado de simbolismo, teniendo de base el de la figura de la Virgen, la combinación idónea de la inocencia y la madurez, así como la metáfora de las expectativas paradójicas e imposibles que enfrentan las mujeres de la historia.

11. Réquiem por un sueño (Requiem for a Dream, 2000)

Cuatro caminos erráticos definidos por la adicción. Cuatro utopias creadas por individuos atrozmente solos e inmersos en el frenesí autodestructivo de las drogas (y de sí mismos).

La narración nos presenta a Sara, una viuda jubilada que mata sus días observando un programa de autoayuda en la televisión. Su existencia apagada se resume al anhelo de ser invitada a dicho show y a lidiar con los problemas que le trae su hijo drogadicto, Harry, quien aspira a ganarse la vida como traficante. Esa ambición arrastra a su amigo, Tyrone, y a su novia, Marion, a seguirle la corriente por subsistir de mala forma.

Darren Aronofsky, con este esqueleto dramático, orquestó una obra de arte que socava la tragedia sin descanso. Imposible olvidar una de las escenas más estremecedoras en que Sara habla con su hijo en un discurso deprimente sobre la vejez y el abandono propio de ésta. A modo de curiosidad, en dicho momento la cara de la actriz se ve desenfocada. Al notarlo, el director preguntó al camarógrafo cuál había sido el error y éste, disculpándose, le explicó que no consiguió ajustar bien el lente porque no había podido parar de llorar.

La cinta nos deja claro que no importa si lo tuyo es la heroína, la cocaína o las pastillas dietéticas: el vacío espiritual termina por consumir, inclusive, las pesadillas.

12. A. I. Inteligencia artificial (Artificial Intelligence: AI, 2001)

¿Existe algo que inspire más soledad y tristeza que un niño robot intentando convertirse en un ser humano para recuperar el amor de su madre? Difícil. Quizá la premisa hace cierta analogía al deseo de Pinocchio o de seres manufacturados por el hombre, quienes buscan su espacio en la sociedad y, más específicamente, en una familia. O quizá su analogía se dirige a nosotros como espectadores en un sentido figurado de nuestro temor al rechazo, al abandono y al reemplazo.

Lo último lo vive directamente David, un pequeño androide entregado a una familia cuyo único hijo se encuentra en estado vegetal. A pesar del diagnóstico, el niño regresa y David, al no ser ya necesitado, es dejado en el bosque a su suerte.

Lo desesperanzador de la obra es saber que los robot no pueden morir. Y David, en una travesía perpetua por encontrar a su madre, vagará sin rumbo encontrándose almas perdidas e igual de solitarias que él. Esto, por una eternidad.

13. Lejano (Uzak, 2002)

Un filme de contemplación y actividades cotidianas que, a simple vista, parecieran no esconder nada inusual. Sin embargo, la crisis existencial del protagonista luego de que su esposa lo deja, se exhibirá con la dinámica que tendrá con la visita de su primo.

Ambos, aunque juntos, se hacen cada vez más distantes por sus aspiraciones, por la neurosis que sufre el protagonista y por la soledad excéntrica de su familiar y, aun más, por los diferentes hábitos que los irritaran mutuamente con un efecto cómico e irónico.

14. Perdidos en Tokio (Lost in Translation, 2003)

Sofia Coppola vuelve a aparecer en la lista con esta comedia dramática que, si bien está llena de excentricidades, no se antoja condescendiente. Con las actuaciones de Bill Murray —como una celebridad desmotivada que llega a Tokio para grabar un anuncio — y Scarlett Johansson —una joven dejada de lado que aloja en el mismo hotel con su esposo— veremos cómo la frustración es capaz de unir a dos personas que poco y nada tienen en común.

Mientras Charlotte (Johansson) está desorientada por la incertidumbre que le genera Japón con su idioma y costumbres distintas a lo que conoce, Bob (Murray) no siente que alguien le espere en casa. Ambos sobrellevan el peso de la barrera cultural y social en ellos, siendo presas de un hotel lujoso, estéril y sin calidez. Su encuentro les ofrece un alivio temporal a su soledad, una amistad fugaz para explorar la jaula en la que se han encerrado por sí mismos.

Aunque podría considerarse un alcance más sutil sobre lo que es aislarse, el largometraje narra un tópico recurrente que explica cómo somos capaces de encontrar comprensión en completos desconocidos antes que en nuestros más allegados.

15. El maquinista (The Machinist, 2004)


La suma entre la excesiva soledad y un insomnio eterno, resultan en este filme de Brad Anderson, en que la interpretación de Christian Bale es realmente inquietante y memorable. En él, el actor interpreta a Trevor Reznik, un maquinista que experimenta un deterioro extremo entre la falta de sueño, la anorexia y, para rematarla, encontrarse involucrado en un sangriento accidente de trabajo.

Su vertiginosa situación le llevará a cuestionar su cordura en un mar de alucinaciones que acosan su mente ya consumida por la paranoia. ¿En qué puede confiar cuando todo parece conspirar contra él? Las notas adhesivas pegadas en su refrigerador parecen la única conexión que une los fragmentos de su tormentosa existencia.

La película es un estudio sombrío en que la incomunicación tiene un doble filo para una mente débil: puede ser tanto una aliada, como una homicida que se toma su tiempo.

16. Tony Takitani (2004)

El fatalismo de la soledad esculpido en secuencias, estética y ausencia de personajes. Tony Takitani, adaptación del cuento corto de Haruki Murakami, sigue la historia de un sujeto olvidado por la vida. Con un nombre mestizo y el desinterés paternal siguiéndole como sombra, el protagonista es desplazado por su familia, conocidos y él mismo, quien se recluye emocional y físicamente del mundo.

Sin embargo, conoce un breve respiro de felicidad al casarse con una joven obsesionada con la ropa. Breve, porque su muerte trágica lo golpea de forma imprevista, dejándole sólo un enorme vacío y una habitación plagada de vestidos y zapatos.

En vez de aferrarse a las pertenencias materiales de sus dos únicos amarres sentimentales en este mundo —sus fallecidos padre y esposa — Tony opta por deshacerse de todo lo que le recuerda a ellos y así no identificarse con nada

17. Hacia rutas salvajes (Into the Wild, 2007)

Cuando el hombre se enfrenta a la naturaleza implacable, suele sentirse más pequeño que nunca. Exponentes como 127 horas (127 hours, 2010) y Náufrago (Cast Away, 2000) han reproducido este sentimiento y la desesperación que conlleva el enfrentar una fuerza inconmensurable en solitario.

Basada en una historia real, Hacia rutas salvajes también nos invita a extraviarnos, esta vez en los indómitos paisajes de Alaska. Para ello, seguiremos a Christopher McCandless, un graduado de la Universidad de Emory que abandonó todo lo que poseía —incluyendo sus ahorros al entregarlos a la caridad — para encontrarse a sí mismo en una travesía que lo marcó no solo a él, sino que a nosotros como espectadores y a quienes conocieron su historia de primera mano.

Su vida, a modo analítico, fue modelada en torno al aislamiento. Aun así, este destierro personal se diferencia de la connotación negativa que usualmente se le da a la soledad, ya que se buscó como un medio para sanar.

18. Sólo un hombre (A Single Man, 2009

La soledad tiene uno de sus muchos orígenes en la pérdida de un ser querido. Más allá del dolor de la muerte ajena, está el intenso vacío de los detalles y la cotidianidad que nos recuerda la ausencia de esa persona. Tareas comunes, ahora serán realizadas sin compañía y ese recordatorio hace que un sin sentido opaque todo lo demás.

Esta sensación la sufre un profesor universitario —encarnado por un soberbio Colin Firth— quien afronta la vida después de la muerte de su novio. En medio de Los Angeles de la década de los sesenta, el protagonista nos conmoverá con una tortura contenida y con la eterna búsqueda de otro propósito para mantenerse en pie.

19. Shame: Sin reservas (Shame, 2011)

Ya conocimos como una persona puede alienarse del resto por las drogas. Pero, ¿qué ocurre cuando la adicción es también una enfermedad en la que uno no tuvo una decisión inicial? Es la problemática que nos enseña esta producción donde Brandon, un hombre que padece de satiriasis —el masculino de la ninfomanía — termina aislado absolutamente de quienes le rodean y ayudan a suprimir su condición.

La cinta, asimismo, examina la naturaleza de la necesidad, sin importan sus niveles, para demostrarnos la forma en que las experiencias y nuestras elecciones nos definen. Es así como el rechazo, la incomunicación, el sexo y el miedo pueden ser la combinación perfecta para la autodestrucción.

Aparte de esta obra, Michael Fassbender volvió a demostrar su talento a la hora de personificar al desamparo en La luz entre los océanos (The Light Between Oceans, 2016), relato en que interpreta a un farero de una isla remota. Allí, junto a su esposa, adoptan a un bebé encontrado en un bote encallado. Y, con él, apadrinan un conflicto que pondrá de cabeza sus vidas.

20. Ella (Her, 2013

El director Spike Jonze concreta con Ella, la línea dramática que venía prometiendo desde su corto I’m Here (2010), donde la tecnología y la soledad se unen para concretar un estado de paz, nostalgia y romance.

En pleno 2025, Theodore (Joaquin Phoenix), atraviesa el punto culmine de su divorcio. En medio de su rutina aislada en que se dedica a escribir cartas o jugar videojuegos, su curiosidad le lleva a adquirir el nuevo OS1, el primer sistema operativo artificialmente inteligente del mundo. Es decir, una “conciencia”.

Lo inesperado es que dicho ente puede evolucionar y demostrar afecto, tanto así, que el protagonista termina por desistir de la sociedad para entablar una relación afectiva con “ella”. No obstante, lo enternecedor será contrarrestado con el lamentable hecho de que ese amor es una ficción para escapar de la realidad. Evento que también encontramos en otros seres que imitan cualidades humanas, pero no logran la humanidad en sí. Tal como ocurre con el protagonista de Lars y la chica real (Lars and the Real Girl, 2007), quien desarrolla una relación sentimental con una muñeca.

21. Christine (2016)

Christine Chubbuck fue una periodista de Florida que se suicidó en directo en 1974. Entender su decisión es parte del objetivo del director de esta cinta, Antonio Campos, quien realiza un rodaje entorno a la frustración de dicha época sexista y cómo el rubro de los medios sensacionalistas consumió a una mujer que siempre se mostró a la defensiva, en una mezcla entre la brusquedad y la vulnerabilidad.

El poder de la soledad es terriblemente palpable en el filme, a medida que conocemos los problemas que ahogan a la mujer: su casi incapacidad para concebir, un enamoramiento que atenta contra su autoestima y los dilemas éticos de su profesión.

BONUS

A modo de agregado, no podía faltar la soledad inherente de criaturas inventadas por el hombre, independiente de la vida artificial. En este anexo caben seres como el mil y una veces representado Frankeinstein, y sus pobres derivados. Aun así, destacamos uno salido de la mente del excéntrico Tim Burton: El joven manos de tijera (Edward Scissorhands, 1990).

Con una fotografía gótica característica del cineasta, la tragicomedia empapando cada escena y la inevitable soledad de un ser incomprendido, la película es el perfecto ejemplo de cómo el humano es irresponsable respecto a la existencia ajena, sin importar que ésta sea parte de su ambición por jugar a ser Dios.

Por otra parte, la producción recopila con tristeza la idea de que, no importa que alguien aislado se mezcle con la comunidad y tenga la ilusión de pertenecer a ella, hay ocasiones en que perteneció, pertenece y pertenecerá siempre a un confinamiento con la poética esperanza de que éste cambie.