10 clásicos animé que cambiaron la historia del cine

- Por

Previo a que títulos como Tu nombre (Kimi no Na wa, 2016), Una voz silenciosa (Koe no Katachi, 2016), El niño y la bestia (Bakemono no Ko, 2015) o El jardín de las palabras (Kotonoha no Niwa, 2013) impactaran a la crítica y audiencia en múltiples rincones del globo, la animación japonesa ya había logrado un espacio privilegiado en la industria. 

Ovacionada por su conquista del abanico moral de la ficción, por su impecable aspecto técnico, por la calidad de su relato y por su efectividad de provocarnos con sus personajes, este género ha desafiado década tras década nuestra poca capacidad para impresionarnos en la actualidad.

Desde sus comienzos con fotogramas breves como el de Katsudō Shashin —de estimada realización entre 1907 y 1911 —, y pasando por sus primeros reconocimientos tiempo después de la Segunda Guerra Mundial con el patrocinio de compañías como Toei, este vía de expresión ha escalado hasta invadir televisores alrededor del globo. 

Es tal su relevancia que gigantes como Netflix dedican recursos inconmensurables para comprar y elaborar producciones del tipo. Es tal su atractivo que no importa la diferencia de idioma, la extrañeza de la cultura nipona o que se trate, en el fondo, de dibujos.

En un intento por esbozar su influencia y narrativa, analizamos títulos que deberían estar en repertorio de todo adepto y escéptico.

1. El huevo del ángel (Tenshi no Tamago, 1985)

Casi exenta de diálogo, esta colaboración entre el director Mamoru Oshii y el artista Yoshitaka Amano, resulta una experiencia onírica plagada de simbolismos en un post apocalíptico inquietante. En dicho escenario una pequeña cuida con ahínco un huevo de contenido desconocido, mientras vaga por las ruinas de la ciudad.

Su soledad, sin embargo, se interrumpe con la llegada de un enigmático hombre que afectará directamente a su más preciada posesión. Una narrativa que nos ahoga en la melancolía y la búsqueda existencialista de la identidad, aunque lo último aquí se logra con una armonía más bien pasiva.

La trama no brinda más explicaciones ni desarrollo, por lo que puede carecer de sentido para gran parte del público. Para el resto que gusta de un desafío a la reflexión, es un ensayo imprescindible.

2. Akira (1988)

Con un tinte radicalmente opuesto al exponente anterior, esta película de culto transformó la ciencia ficción con su fábula trasgresora, su presupuesto sin precedentes en el rubro y su filosofía llevada con un estética exquisita y oscura.

La producción nos sitúa en este mismo año, 2019, contexto en que Neo-Tokio se ve amenazado cuando un proyecto militar convierte a un pandillero en un psicópata que puede hacer y deshacer a gusto con su habilidades psíquicas. Entre caos, motocicletas y ningún bando claro al que llamar “héroe” o “villano”, Akira marcó un antes y después a la hora de desmantelar la creencia de que la animación no es apropiada para desarrollar tópicos adultos.

A modo de trivia: la historia de Otomo predijo que Tokio albergaría los Juegos Olímpicos el 2020, hecho que ahora sabemos real.  En la película gran parte de los secretos del Proyecto Akira transcurren en un estadio olímpico abandonado. No sería extraño que en la inauguración del evento deportivo el país asiático incluya referencias de la obra, a la par de las imágenes promocionales que ya ha exhibido.

3. La tumba de las luciérnagas (Hotaru no Haka, 1988)

La pieza maestra de Isao Takahata requiere un puesto único en la lista, debido a su poética sociopolítica sobre la época bélica que experimentó Japón, con un enfoque emotivo que estremeció generaciones.

Seita y Tetsuko son dos hermanos que sobreviven en condiciones paupérrimas por las calles destruidas de Kobe. En los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, esta producción no escatima en topar prestados nuestros sentimientos y torturarlos con una crudeza que nada tiene que envidiarle a largometrajes de la temática.

Quizá lo más perturbador y triste es descubrir que la analogía de las luciérnagas representa a las bombas que caían de los aviones que atacaban a la nación asiática. Un detalle esclarecido en el afiche original del filme.

4. Ghost in the Shell (Kōkaku Kidōtai, 1995)

El conflicto de la máquina con alma que inspiró al séptimo arte y posiciona al cineasta Mamoru Oshii como un referente esencial en el ámbito. Asimismo, el largometraje que expone la relación del humano con la tecnología, desde la aparición de la última, que conlleva una interrogante eterna para nosotros: ¿dónde empieza y dónde termina la persona?

El año de la historia se repite: 2019. El avance de la maquinaria permite que se pueda sustituir cualquier parte del cuerpo con elementos robóticos y prótesis de alta funcionalidad. La protagonista, Motoko Kusanagi, es un cyborg excepcional en su especie, con una conciencia que le permite llevar a cabo las misiones policiales que ella y su equipo operativo de élite tienen como responsabilidad.

La fuerza antagónica aparecerá como una inteligencia artificial autónoma que le insistirá a la protagonista que todo lo que conoce es un engaño y que su vida ha sido robada para usarse como herramienta del gobierno. 

Esta premisa, sin dudas, se alzó como musa de la ciencia ficción moderna, contando entre sus sucesoras con la saga de The Matrix (1999–2003) de las hermanas Wachowski.

5. Ninja Scroll (Jūbē Ninpūchō, 1993)

Más allá de la explicación cliché, no podía faltar la presencia de un jidaigeki —o drama de época —en esta nómina. Como tributo al trabajo del autor de novelas ninjas históricas en los 60, Fūtarō Yamada, la cinta nos cuenta las peripecias de un ninja vagabundo en pleno período Edo que se ve involucrado en la conspiración para derrocar al shogunato Tokugawa.

En la batalla contra un sinfín de enemigos grotescos y de variopintas cualidades, el relato lleva el concepto de hiperviolencia a otro nivel. Cada escena visceral, contraria al usual futurismo del animé, compensa su falta de complejidad con un aspecto técnico ejecutado a la perfección. 

Otros trabajos reconocidos de Yoshiaki Kawajiri son Wicked City (Yôjû toshi, 1987) y Vampire Hunter D: Bloodlust (2000).

6. Perfect Blue (1998)

El horror llevado a su extremo más surrealista de la mano del director que ningún espectador debiera olvidar: Satoshi Kon.

Perfect Blue nos sumerge en la utopía desesperante de una estrella de pop retirada, Mima, quien siente que la realidad es arrancada de su vida cuando descubre que es acosada por un fanático y la mismísima proyección de sus demonios.

El thriller psicológico no sólo predijo el fenómeno actual del acoso online, sino que estipuló una crítica ardua al negocio japonés de ídolos y al machismo existente en la carrera cinematográfica. La paranoia y la vulnerabilidad de la persona frente a la presión de las masas son piezas dramáticas clave en este producto audiovisual necesario para el cinéfilo.

Como dato curioso: el cineasta Darren Aronofsky es dueño de los derechos estadounidenses del largometraje. Los adquirió para poder usar la escena del baño en su obra Réquiem por un sueño (Requiem for a Dream, 2000). A su vez, Perfect Blue sirvió de base para crear El cisne negro (Black Swan, 2010).

7. Interstella 5555 —The 5tory of the 5ecret 5tar 5ystem (Intāsutera Fō Faibu «Four Five”, 2003)

¿Qué podría fallar si combinamos al dúo musical Daft Punk y una animación francojaponesa? Presentada en el 56º Festival de Cannes, el filme reúne episodios del secuestro y rescate de una banda de pop interestelar que interpreta los éxitos del álbum Discovery de los músicos galos de house Guy-Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter.

Es así como disfrutaremos de One More Time, Aerodynamic, Digital Love y Harder, Better, Faster, Stronger en un video musical continuo dirigido por el ídolo de la banda, Leiji Matsumoto.

8. Héroes al rescate (Tōkyō Goddofāzāzu, 2003)

Satoshi Kon vuelve en esta comedia que nos muestra a un trío de vagabundos que deberán encontrar a los padres de un pequeño recién nacido en plena Nochebuena. Una historia que, aunque nos engaña con la idea de “los milagros pasan en Navidad”, explora la radiografía de la persona sin hogar, del lazo increíble que nos une a lo ajeno y del perdón.

Con anécdotas conmovedoras y un apartado visual deslumbrante, la también conocida como Tokyo Godfathers apela a nuestra sensibilidad con elegancia y carisma, alejándose un tanto de la violencia severa de Perfect Blue. Tampoco apreciaremos estructuras fantásticas o distopías de un porvenir. Por el contrario: se centrará en la calidez de lo humano y del poder de las coincidencias que no podemos explicar.

Ésta es la tercera película dirigida por Kon y mereció el Premio a la excelencia del Japan Media Arts Festival en 2003.

9. Paprika, el reino de los sueños (Papurika, 2006)

“Paprika es la evidencia de que los animadores japoneses están alcanzando la luna, mientras que la mayoría de sus homólogos estadounidenses siguen atrapados en una caja de arena para niños”. 

Las palabras de la crítica principal de The New York Times, Manohla Dargis, sirve como una síntesis acertada de lo que esta cinta significa para la industria. Con ella, nos sumergiremos en un mundo frenético de alucinaciones cuando una máquina, utilizada por terapeutas para acceder a los sueños de sus pacientes, sea robada. 

Nos repetimos el plato con el talentoso Satoshi Kon, quien se basó en la novela homónima de Yasutaka Tsutsui y demuestra su eterna creatividad que, si bien no puede replicarse debido a su fallecimiento por cáncer en 2010, sí se mantiene como una fuente de inspiración inagotable.

10. La obra del Studio Ghibli

El mundo del galardonado Hayao Miyazaki y su mentor, Isao Takahata, merece un conglomerado que abarque el basto número de joyas que el Estudio Ghibli ha entregado con el paso de los años.

Desde Nausicaä del Valle del Viento (Kaze no Tani no Naushika, 1984), hasta el proyecto anunciado para los Juegos Olímpicos de Tokio, ¿Cómo vives? (Kimitachi wa Dō Ikiru ka, 2020), la genialidad de cada historia ha conquistado al televidente, despertando la empatía por sus personajes y vivencias que, aunque estén repletas de fantasía, no se apartan excesivamente de las problemáticas que aquejan nuestro entorno.

La magia de una enorme criatura que acompaña a dos estudiantes que esperan la recuperación de su madre en un hospital cercano —Mi vecino Totoro (Tonari no Totoro, 1988) —, la lucha entre guardianes sobrenaturales del bosque y los hombres que profanan sus recursos —La princesa Mononoke (Mononoke Hime, 1997) —, las aventuras de una pequeña para liberar a sus padres en un universo prodigioso y amenazante —El viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no kamikakushi, 2001) —, y la víctima de un hechizo que decide ir a un castillo ambulante para sanar el maleficio —El castillo ambulante (Howl no Ugoku Shiro, 2004) —, son sólo un fragmento de la antología que toma de rehén nuestra mente para hacerla saborear las mil oportunidades que la imaginación ofrece.